sábado, 12 de septiembre de 2015

EL TUERTO MÁRTINEZ

Los padres a veces nos cuentan historias de algún ser fantasmal, ente o alguna leyenda, para darnos alguna lección o simplemente los adultos se divierten con la ingenuidad de un infante. Pero en mi pueblo la historia no es un simple cuento, la muerte se estableció en este lugar para no irse jamás.

Me cuenta mi Padre que en la época de la revolución el pueblo de los brujos, vivo el que consideraban el más grande de los grandes, podía saber pasado y futuro, dicen que los nahuales, eran sus mascotas, que en las noches las brujas lo visitaban en su patio, que no dejaban de verse bolas de fuego entrando y saliendo.  El brujo Martínez le decía la gente, Nadie se metía con él y él no se metía con nadie.

Hasta que un día el General Porfirio Díaz, llego al pueblo a consultar el destino de sus tropas y de él, podría ganar la guerra, dice la gente de ese tiempo que el General mando a quitarle los ojos por que predijo que perdería la guerra y seria desterrado de México.  No fueron las palabras que él quería escuchar.

Pero cuando los sardos cumplían la orden, cuando le sacaron el primer ojo de la cuenca, dicen que el brujo no grito, pero su ojo se pudrió al tocar el suelo, después en el agujero que dejo el  ojo se podía ver el mismo infierno, llamas dentro de la oscuridad,  los sardos espantados corrieron de la casa, desde ese día le llamaron el tuerto Martínez.

Me preguntaras, y eso que tiene que ver con la muerte y el pueblo, pues bien aquí está el resto de la historia…………

Después de que la Revolución termino, la gente comenzó a regresar a sus pueblos natales, menos la gente del pueblo de los brujos, todos murieron  en combate o fusilados, la gente de la iglesia decía que los brujos los vendieron al diablo solo para tener poderes, tal vez la iglesia exagero, pero en las noches se escuchaban los gritos y fusiles. En todo el pueblo, por eso nadie se atrevía a salir después de las diez de la noche. La gente aseguraba que el tuerto Martínez, salía a caminar a esas horas, acompañado de dos nahuales, que caminaban como coyotes de color negro.

La gente decía muchas cosas, que si se los comían los nahuales si se topaban con ellos, que el tuerto Martínez los atrapaba en la cuenca de su ojo, pero solo un hombre que lo vio y sobrevivió nos contó que, esa noche regresaba de tomar unos cuantos pulques en la sala de doña Margarita, a si se llamaba la pulquería. Los demás esperarían que amaneciera para regresar a sus casas, pero Don Crispín no tenía miedo, que si la llorona, que si las brujas a él, le hacían los mandados eso pensaba.  Sesenta años en ese pueblo y jamás le había pasado nada.

Pero en esa ocasión se topó con el mismo Tuerto,  de barbas negras y largas, su cara tan dura como una piedra, alto y delgado, parecía la muerte andando, pero Don Crispín era valiente y bien macho, entonces él le dijo:

-          Buenas noches, Martínez.

Cuando Don Crispín dijo esto, el tuerto se giró hacia él no trae su parche, entonces Don Crispín pudo ver como la sangre brotaba de la cuenca, y en el interior como si las llamas consumieran su interior. Entonces le contesto.

-          Buenas noches Don Crispín, se le hizo tarde para enterrar a su mujer.

Después de esto, el Tuerto Martínez siguió caminando, cuando Don Crispín llego a su casa pudo ver cómo la gente estaba afuera con velas y rezando. Cuando llego a la puerta su compadre lo recibió con la noticia que su mujer murió en la tarde, que un caballo negro la había golpeado. Nadie sabe de dónde salió el caballo, lo buscaron y buscaron, cuando lo encontraron este ya está muerto y pudriéndose en unos matorrales de Don Jacinto.

Los colores desaparecieron de Don Crispín, si ya tenía canas, el pelo se le tiño de blanco por completo, el Tuerto Martínez se la llevo decía. Poco a poco la gente del pueblo comenzó a morir de cosas que parecían sin explicación, hasta el cura del pueblo, murió cuando una viga la parroquia se desprendió aplastándolo, dicen que un día antes fue a ver al Tuerto, para decirle que se fuera del pueblo.

La personas cuentan que él le contesto, que ese pueblo ya estaba condenado cuando le quitaron su ojo dejaron al mismísimo lucifer fuera.

Poco a poco el pueblo fue cambiando llegando a la modernidad, pero nada cambia en el patio del Tuerto Martínez, la gente se olvidó de esas cosas, pero dicen que en las noches de luna llena, si a las 10 te encuentras con él, si lo saludas tal vez mañana sea tu último día.

Y a ti no se te hace tarde



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