Arco 1.
Capítulo 5.
El viaje.
Después de nuestra salida, del
Monasterio, comenzamos a buscar ropas nuevas, aunque fue fácil tomar algo de
las aldeas que eran infestadas por la enfermedad. Y no corríamos peligro ya de
contraerla. Realmente nuestras nuevas habilidades facilitaban muchas tareas,
desde poder caminar muchas millas en un día, hasta escuchar el sonido de gente
en las aldeas más lejanas.
Entrar y salir de los lugares
también fue fácil, en el monasterio salimos por la puerta principal, no hicimos
ruido y nos movimos tan rápido que para mí todo paso lentamente, pero al ojo
humano fue como una brisa en el aire.
Fue extraño usar ropas que no fuera
del habito de fraile, pero me sentía libre, nada me ataba, o eso pensaba, hasta
que la sed apareció de nuevo, Irme dijo que esto era normal, que pasaría muy
seguido al inicio, después podría controlar, por ahora solo tomaba la vida de
animales del bosque o gallinas. No podía atreverme a tomar la vida de alguien.
Mi compañero estaba muy tranquilo, no me obligaría. Y eso era de gran ayuda,
pero los efectos de la sangre de los animales no eran suficientes, poco a poco
mi piel se hacía escamosa más rápido o lenta, dependía si el animal que cazaba era grande, la
cantidad de sangre que consumía eran importantes.
El tiempo pasaba, aun que para mí
parecía haberse detenido hace mucho, las cosas se ponían peor, los caminos
estaban llenos de bandidos o gente que aprovechaba la caída de los enfermos o
muertos para robar sus pertenencias.
Mis ojos eran testigos inmutables
de la realidad, la enfermedad a rasaba rápidamente con la población, para Irme
era el banquete servido, podía tomar vidas rápidamente sin pelear, a si podía
pasar semanas o meses sin tener que beber, pero para mí era un suplicio, podía
resistir 4 días. Era mi castigo por lo que me había convertido.
Pero todo cambaría, más rápido
que las estaciones del año. Una noche tenía la necesidad de atrapar a una
presa, ya Irme no me acompañaba a mis caserías, el tiempo y sus consejos me
habían hecho un ave rapaz, listo para atrapar hasta un pequeño ratón hasta a un
gran oso. La desesperación de alimento puede aumentar las fuerzas
increíblemente.
Los rastros de un lobo me
llevaron a una vereda, transitada
normalmente por mercaderes, los lobos se sentían atraídos por los caballos,
cuando las personas se atrevían a viajar por la noche, pero normalmente
viajaban en caravanas para protegerse de los animales y bandidos.
Pero al parecer los lobos
encontraron un gran festín y yo también, ya que varios reunidos no serían
rivales para mí y mi sed.
Cuando me preparaba atacar un
grito de una niña me tomo por sorpresa, en ese momento mi sentido del deber fue
más fuerte, entonces corrí a golpear algunos de los lobos para ahuyentarlos,
algunos ya comían un caballo que fue muerto por una flecha, al parecer una
caravana pequeña fue atacada por los bandidos.
Comencé a recorrer el lugar, para
mi visión actual podía observar claramente aun que no había luna y la noche era
cada vez más oscura, el masacre que fue, al parecer eran tratantes de esclavos,
varias mujeres fueron ultrajadas y asesinadas, solo pude encontrar tres
cadáveres de hombres, posiblemente solo los transportistas.
Cuando me acerque al origen del
grito, pude ver como una pequeña de no más de 11 años ya hacía recostada dentro
de lo que quedaba de una de las carretas que se podía ver era de suministros.
-
Hola, ¿Cómo te
llamas?
Poco a poco me hacer que a ella,
sus ropas estaban rasgadas y con muchos golpes en el rostro, posiblemente
también fue atacada y golpeada como las demás mujeres, cuando pude estar a su
lado, note un sagrado profundo, una cuchillada muy profunda en el estómago, el
olor de su sangre hizo que mi sed se incrementara.
-
¿Cómo te llamas?
La mirada de la niña se posó en
mí, ella grito al escuchar los lobos y al parecer era lo que le quedaba de
fuerzas, intento levantar la mano pero sus fuerzas eran pocas, eran sus últimos
momentos. Tome su mano y la apreté.
-
María, mi nombre es
María.
-
María como la madre
de dios, muy lindo.
Mis momentos de servir a dios
parecían regresar, para darle paz a la pequeña, pero mi instinto de depredador
estaba más latente, quería beber el líquido rojo y tibio que emanaba de ella,
era asqueroso para una parte de mi mente, pero para otra era una necesidad.
-
Voy a morir verdad, e
iré al infierno por ser impura, no es así.
-
No, no, los niños
siempre están más cerca del señor.
Una sonrisa se dibujó en sus
labios. Cuando escucho esas palabras, siempre decía eso a los peños que estaban
enfermos y en sus últimas horas, era ya algo común para mí. Cuando de repente
la pequeña se desmayaría por el dolor de los golpes y heridas en su cuerpo, no
había más que hacer, solo esperar la muerte o tal vez ayudarla.
-
Sancte Michaël
Archangele, defende nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio. (Oh San
Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla para que no perezcamos en el
tremendo juicio.)
-
Angele Dei, qui
custos es mei, Me tibi commissum pietate superna: (hodie, hac nocte) illumina,
custodi, rege, et guberna. Amen. (Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la
piedad de lo Alto me ha confiado a ti, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname.)
Después de estas
plegarias, mordí su cuello, como lo había hecho con los animales que había
cazado, la pequeña salto un momento por el dolor de los punzantes dientes
entrando en su cuello, después su cuerpo se relajó, parecía que comenzaba a
quedarse dormida, y en un sueño del cual jamás abriría de nuevo los ojos.
Entre mis pensamiento
cruzaron muchas cosas, lo que pensé de Irme cuando lo vi hacer esto, lo
monstruoso que me parecía. Pero ahora, era la sensación más agradable que
hubiera sentido, no me detendría hasta drenar la última gota que quedaba en la
niña.
Cuando todo termino,
solo pude llevar los cuerpos y enterrarlos.
Me sentía lleno de
fuerza, pero mi mente y corazón no se perdonaban por lo que había hecho.
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