SOLO UN CUENTO MÁS
DE NAVIDAD
- Navidad, la fiesta
que por religión fue impuesta y ahora es la temporada más importante de la
mercadotecnia y grandes compañías, para elevar las ventas. Pero no me quejo, ya
que para mi negocio es la mejor temporada de todo el año.
Eso es lo que pensaba el Sr. José, cuando sentado en el camión se
dirigía a su trabajo, una tienda localizada en el primer cuadro de la ciudad de
México. Que se dedicaba a vender los productos de temporada. Al negocio no le
iba nada mal, tenía para vivir mejor que a muchas personas con la economía
actual del país.
El camión continuaba su ruta habitual, cuando en un alto una persona
pidió permiso para subir, vestía de forma muy sencilla, con unos jea-ns de tipo
vaquero algo viejos, una chamara que se veía que tenía años con ella y en la mano una biblia.
Al ver la biblia el conductor dudo un poco, ya que no le agradan los
fanáticos religiosos, pero como ya es muy común en estos días, las personas
suben para pedir limosna y cargan una para conmover a la gente que es allegada
a esas creencias, así que accedió.
Cuando aquella persona subió al camión los pasajeros prestaron atención
ya que su aspecto era poco común, de barba larga en el rostro y el pelo suelto.
- Un mugroso, al menos
no creo que nos asalten, sería muy contradictorio con eso de que el conductor
trae a san judas, el santo que la mayoría de estas personas se encomiendan.
Eso pensó el Sr. José al ver quien se subió al camión y su aspecto. A sí
que procedió lo que común hace la mayoría de la gente a ignorarlo y
concentrarse en ver la calle o su celular.
- Gloria, al señor en
los cielos y paz a los hombres de buena voluntad, a si nos bendice el señor, en
estas fechas de alegría porque su hijo nace para nosotros. No importa raza o
credo, si la natividad del señor es para todo el mundo. ¿Por qué nos serramos a
recibirlo al menos una vez al año?
Aquel sujeto comenzó hablar y caminar por el pasillo del camión. Su voz
era clara y sin gritar llamo la atención de la gente que iba en el camión.
Hasta del Sr. José que por unos momentos presto atención.
- No cierren sus
corazones, a recibir el regalo que nos da la Natividad del señor, no es dinero,
no son cosas materiales, nos da Fe y esperanza. ¿Qué es un hombre sin Fe, sin
esperanza de algo mejor? , así que les pido de su ayuda, no para mí, sino para
un comedor que está en nuestra iglesia de esta comunidad, para que en noche
buena podamos, dar algo de alimento a los que menos tienen. Por favor les pido
de corazón, que nos apoyen con lo que ustedes gusten, incluso si pueden darnos
en la iglesia algún alimento que podamos preparar. Se los agradeceremos de
corazón.
De esa forma la persona que dio el discurso pasó a los lugares de la
gente, extendiendo la mano para recibir alguna moneda, al momento de acercarse
al lugar donde estaba el Sr. José, el de mala gana metió la mano en el pantalón
y saco unas monedas, cuando aquella persona llego a su lugar, retiro la mano y
le dijo.
- Solo si viene de tu
corazón ayudar es que aceptamos, si lo haces por apariencias o costumbre, mejor
guarda tu dinero.
Dicho esto esta persona se dirigió a la parte de enfrente del camión, se
acercó al chófer le dio bendiciones. Después se bajó cuando el camión hizo de
nuevo la parada. El Sr. José algo sorprendido de esas palabras, guardo sus
monedas de nuevo en la bolsa de pantalón.
- Limosnero y con
garrote, a si se pone de diva alguien que pide limosna. Entonces que se mueran
de hambre.
Diciendo esto en voz alta, muy molesto y apenado que lo dejaran con la
mano estira para dar el dinero. El camino continuo y el Sr. José llego a su
puesto, mientras limpiaba y sacaba los productos de navidad, esferas, adornos
para las puertas y muchas cosas más. Se alegraba de que las ventas comenzaran a
subir mientras más se acercara la fecha de navidad.
Diciembre el ambiente cambia, se siente alegría y melancolía al mismo
tiempo, se acerca el fin de año y el cierre e inicio de muchos ciclos, pero
para el Sr. José solo es la mayor venta que tienen en todo el año, ni siquiera
el día de los enamorados vende tanto como en navidad. Pero las palabras de
aquel hombre que se subió al camión no se le quitaban de la cabeza, que es dar
de corazón algo, en estos tiempos todos esperan recibir algo a cambio.
- Y el desgraciado no
me quiso aceptar mi dinero, como lo ve Don chucho. Resulto ser muy digno para
eso.
El señor platicaba con Don chucho, un viejo que ya pasaba sus días
sentado en una silla en la calle, viendo todo lo que pasaba en el primer cuadro
de la ciudad.
- Hay mijo, y ni
entenderás esas palabras hasta que te mueras, yo que estoy cerca de eso, las
entiendo re bien.
Don chuco como lo conocía la gente, vivió la parte final de la
revolución mexicana, nadie sabía su edad exacta, pero siempre es muy agradable
platicar con él, será porque solo se sienta a escuchar y no dice mucho, o
porque los años le dieron sabiduría. Un viejo Búho a si lo catalogaba el Sr.
José. Aunque últimamente cada tarde lo llevaban a la iglesia, se imaginaba
que ya él se sentía con un pie en la tumba.
- Que pasó Don
chucho, ¿Me está diciendo menso?
- Pues tú sabrás si
lo estás, para mí solo estas segado, ya llegara el rayo de luz que te quite la
venda de los ojos.
Esas palabras dejaron pensando al Sr. José, ¿ciego el?, tantas marchas,
tantas cosas que pasan en el primer cuadro de la ciudad y aun así le dicen que
tiene una venda en los ojos.
Otros días transcurrieron y se acerba la noche buena, y es cuando más
trabajo tenía el Sr. José, ya que el primer cuadro se llenaba de gente,
comprando regalos ya adornos para sus casas, terminaba muy tarde las ventas, un
día después de salir de su tienda, paso a una de las tiendas de cadena,
comprando cosas para comer algo en cuanto llegara a su casa.
Algo de atún, galletas, y unos cuantos dulces más, cuando se dirigía a
tomar su camión para ir a casa, un par de personas se le acercaron.
- Señor, me puede
ayudar con algo de comer, no hemos comido este día, por favor solo algo para
comprar comida.
El señor José aún tenía una de las latas de atún en la mano, su reacción
fue inmediata, dándole a una mujer al parecer con ropas indígenas, la lata,
saco de la bolsa las galletas y también las entrego, a la niña que la
acompañaba, le dio unos dulces de amaranto.
Inmediatamente la señora lo tomo e hizo un gesto de gratitud, El Sr.
José comenzó a caminar, sin mirar o esperar palabras de agradecimiento, al
girar la cabeza para ver donde sucedieron las cosas, miro como la mujer,
destapaba los dulces y se los daba a su hija.
Cuando el Sr. José subió al camión y se sentó, apenas reacciono de su
acto, no pensó en nada más que darle algo de comer a esas personas, no pensó
que lo compro para él, tampoco que lo acaba de comprar, solo fue por un
instante la idea de ayudarlas, sin más que esperar, ni un gracias como tal fue,
pero vio que esas personas sonreían. En ese momento alguien se sentó a su lado,
sacándolo de sus pensamientos. Al mirar quien estaba al lado, se llevó la
sorpresa de que fue el joven que pedía ayuda para la cena de navidad de la
iglesia.
El joven no desvió la mirada que tenía posada al frente, el Sr. José
miro que tenía la misma ropa de la vez pasada, pero no respondió nada, se
mantuvo callada hasta que el joven bajo del camión.
Llegando la mañana del 24 de Diciembre, El Sr. José, tubo curiosidad de
saber quién era esa persona, así que se dirigió a la iglesia de la zona donde
el joven se había subido al camión, Cuando llego a ella, se dio cuenta
que gente de esa iglesia, había comprado en su tienda, vio adornos pero tenían
algo más, se veían llenos de vida, no como el los recuerda en su tienda. Había
gente atareada preparando las cosas para la misa de noche buena y otra más que
se dirigía a la parte de atrás, donde se encontraban mujeres y algunos
ancianos, preparando ollas para cocinar.
Al acercarse y preguntar que hacían, una de ellas le dijo que
prepararían la comida para dar a las personas que no tenían donde pasarla, el
Sr. José, pregunto que si conocían algún joven, dando las características,
ellos negaron con la cabeza, indicándole que su grupo solo se conformaba de
ancianos y señoras. Poco los jóvenes se integraban a esa actividad.
Cuando el Sr. José, se dirigía a la salida una de la figuras del atrio
de la iglesia llamo su atención, un cristo que del cual tenía ropas como las
del joven vestía, un párroco se acercó a él, viendo la curiosidad del
visitante.
- ¿Extraño que un
cristo tenga ropas cerca?
El Sr. José asintió con la cabeza.
- Dice el mito
popular que un día, un anciano caminaba por las calles en noche buena, con frió y hambre y un hombre que parecía traer solo una toga, se le acercó ofreciéndole
cobijo y comida. Para agradecerle al ver que el joven no tenía más que unas
mantas raídas con él, el anciano dio un pantalón, camisa y chamara a quien le
ayudo. En forma de ayudarle también para pasar el frió.
El Sr. José, miro al párroco, y pidió hablar con él un momento, le
explico todo lo que paso, y sobre el joven que buscaba. El párroco negó que
conociera alguien a si dentro de los grupos de esa iglesia.
- Solo lo que te
puedo decir, es que fuiste amable con alguien sin esperar o pensar en algún
beneficio. Y tal vez solo tal vez, él se dio cuenta.
Señalando la figura.
El Sr. José, regreso a su puesto, y le contó a Don. Chucho lo que paso,
el anciano solo sonrió.
- Ahora entiendes lo
que te segó y ya no está.
A si paso la tarde, el Sr. José, comprendió que él veía la navidad como
negocio, a la gente que pide ayuda como solo un estorbo, y aunque no todos la
necesitan, pero hay quien si la necesita. No es solo de cosas materiales, ni de
fiestas por todos lados, es de compartir y ser sinceros con nosotros y nuestros
sentimientos. De dar cariño por medio de actos desinteresados.
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