sábado, 4 de julio de 2015

Arco 2.
Capítulo 3.

Viviendo el pasado.

-          ¿Disculpe lo conozco?

 Lander miro con extrañeza, a quien estaba a su lado. El no recordaba a ver visto una persona a si en su vida, sus facciones serian difíciles de olvidar.

-          Parece sorprendido señor Cole, pero en el mundo de la medicina es usted muy reconocido.  Tal vez mi tarjeta le despeje algunas de sus dudas.

En la mano de Graff aparecía una tarjeta de presentación de color blanco, con tipografía muy elegante que decía;  Graff Irme, Director Clínica Azarril. Lander trago saliva, era ni más ni menos con la persona con la que se tenía que reportar al llegar Luxemburgo.
-          Usted es…… mis disculpas, la verdad pensé que…

-          Que yo era un anciano o algo así y que no se esperaba encontrarme en el tren.
Pare ser el director de una clínica se ve demasiado joven, pensó Lander, para su pesar ya casi llegaba a los 35 años y por las jornadas tan duras que tenía parecía que está llegando a los 40.

-          La verdad es una coincidencia bastante rara, señor Graff, mismo viaje, asientos cercanos. Pensaría que planeo algo.

-          Nosotros mismo elegimos nuestras coincidencias,  usted no sabe cuántas veces una decisión puede tener tantas vertientes, que al final de cuentas usted eligió una de ellas desde comienzo al comprar un boleto para este tren y a esta hora.

-          Usted parece una persona que le agrada la filosofía, algo rebuscada para mi esas palabras. Pero las entiendo.

-          Me alegra escuchar eso, al menos a si no pensare que usted piense que estoy loco señor Cole.

-          Por favor llámeme Lander, aun no estoy casado para que se dirija hacia mí de esa manera.
-          Entonces mejor preferiría que lo llamara ¿Dr. Cole?

La conversación fluía demasiado bien, Lander pocas veces tenia conversaciones de esta manera, con la única que llegaba a tener ese nivel de fluidez era con Eline, que posiblemente se pondría muy celosa de verlo hablar así con alguien más, porque esa era su tarea.

-          Bien tengo una pregunta por hacerle, en este viaje, que tal vez nos evite una próxima discusión cuando ya esté en la clínica.

Lander nuevamente trago saliva y espero la pregunta, tal vez lo regresarían en el siguiente tren a Suiza.
-          ¿Qué opina de la eutanasia?

-          La odio, es la salida para los cobardes.

-          ¿Tiene alguna razón en específico para hacerlo?

El odiaba que le hicieran esa pregunta, ya que como Suiza tiene la libertad de dar elegir la forma de morir con asistencia médica, y el enfrentándose a tal vez currar una de las enfermedades más letales de la era. Aunque no era su mayor molestia de este método. Pero la voz lo regreso a la realidad.

-          ¿Y cuál es la respuesta señor?

-          Cada vez que un paciente con cáncer terminal, me busca por eso, me siento como un asesino.

-          ¿Entonces porque ir a nuestra clínica?

-          No es realmente del todo de mi agrado, pero quiero saber por qué sus métodos los describen como la forma más elegante y tranquila de morir.

-          ¿Busca un método para que usted deje de sentirse culpable, por ayudar a alguien a morir?
Lander solo pudo mirar hacia la ventanilla del tren, para percibir el efecto óptico de que las cosas parecen ser tragadas por la tierra, mientras avanza con velocidad el tren.

-          Ayudar a la gente a morir me causa terror, quisiera poder ayudarles a curar esos males, pero al final todos tenemos garantizada la muerte, no soy un dios para poder quitarles la vida.

-          Tal vez no es un dios, pero es la persona que tiene el conocimiento y medios para ayudarlos a proseguir en su camino, aun que duele admitirlo, usted solo es un instrumento más de lo que graciosamente llamamos destino.

Solo pudo apretar los puños y aguantar las lágrimas, Lander estaba envuelto en sentimientos encontrados con esas preguntas.

-          Discúlpame por ser tan rudo con estas preguntas, pero son cosas con las que tenemos que tratar todos los días.

-          No se preocupe, creo que tarde o temprano me las haría.

Los dos pasajeros guardaron silencio el resto del camino.





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